El proceso de hilado ha ido evolucionando con el paso de los años hasta amoldarse a los dinámicos ritmos de producción actuales.
La forma en la que este proceso se dé, será la que defina la calidad del producto final que se obtenga, puesto que la precisión y meticulosidad con la que se lleve a cabo cada uno de los pasos será lo que garantice hilos firmes, suaves y frescos, altamente resistente.
Limpieza
El primer paso del proceso de hilado es el de limpiar los enormes fardos de fibras de algodón.
Éstas son abiertas, para ser posteriormente limpiadas en profundidad, intentando quitarles cualquier tipo de indeseable, como cáscaras, hojas y tierra.
En esta etapa del proceso, a su vez, se busca mezclar y homogeneizar las fibras que pueden provenir de algodones de distintas fuentes. De esta manera, se logra eliminar las diferencias entre las procedencias, como podría ser el color o la textura.
Cardado
En el proceso de hilado, el cardado cumple un rol fundamental. En esta etapa, el objetivo es separar las fibras individuales entre sí y ubicarlas en paralelo, produciendo una capa uniforme.
De esta manera, se les puede dar una última limpieza y asegurarse de que todo esté en orden.
Para el final de la carda, cada fibra debería quedar lo suficientemente suelta como para ser capaz de recuperar su forma natural, pero al mismo tiempo continuar amalgamada con las otras fibras a su alrededor, en la ya mencionada capa uniforme.
Peinado
Una vez concluido el cardado, las fibras ya se encuentran en óptimas condiciones de forma y limpieza para poder proceder a la etapa de peinado.
Si se desea obtener los resultados de la más alta calidad posible, entonces el peinado es una etapa que no puede omitirse.
Lo que se hace es eliminar las fibras demasiado cortas o demasiado largas, logrando una uniformidad aún mayor en el tramado. Esto permitirá obtener hilos más finos, resistentes y suaves.
Además, el peinado termina de paralelizar las fibras, asegurándose de que no hay ninguna fuera de lugar, y que todo está listo para las etapas posteriores.
Mechado
El siguiente paso del proceso de hilado es el mechado. En esta etapa, las cintas obtenidas durante los pasos anteriores se vuelven mucho más finas gracias a unos cilindros de estiramiento.
A su vez, se comienzan a entrelazar y torsionan las fibras para empezar a formar los hilos individuales, al mismo tiempo que se continúa corrigiendo el paralelismo de las fibras con el objetivo de formar hilos más firmes y suaves.
Al salir de esta etapa, es la primera vez que las fibras ya tienen la forma tradicional que conocemos de los hilos.
Hilatura
Tras ese primer estirón provisto por el mechado, ahora llega el turno de formar los verdaderos hilos.
Se los continúa estirando y torsionando, según el tipo de hilo que se busque conseguir. Más tensión dará lugar a hebras más resistentes y sólidas, menos tensión formará hebras más maleables y sensibles.
Enconado
Una vez formados los hilos, estos son almacenados en lo que se conoce como “conos”. A medida que se los va almacenando, se somete a los hilos a un último control de calidad, para verificar que no haya defectos o agentes indeseables.
Se va discriminando aquellos hilos que no funcionan de los que sí, por medio de un sistema que se conoce como “purgador”.
Al mismo tiempo, a medida que se va almacenando, los hilos van siendo recubiertos de parafina, con el objetivo de lubricarlos y mejorar su maniobrabilidad. Esto se hace especialmente con tejidos destinados a costura.
Vaporizado
En este último paso, los hilos son sometidos a medidas minuciosamente calculadas de vapor y vacío, con el objetivo de terminar de sellarlos, a la vez que se reducir el polvo, las pelusas y la posibilidad de retener carga electrostática.
Además, darle la humedad justa a los hilos en su manufacturación ha comprobado ser una manera extremadamente eficiente de elevar la resistencia de los materiales.
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